No era real porque flotaba entre
nubes densas. Un hilo de agua venía de algún lado rociándole la cara. El ocaso
abría un hueco en la montaña, en el sitio donde se ocultaba un sol de
alabastro.
Unos ojos tristes lo escrutaban.
Tenían la fortaleza de los sueños.
Le nacieron palabras extrañas. Las
palabras arrugaban las nubes y se mojaban en el hilo de agua. Eran serenas y
azules, como su tristeza.
Era sencillo dibujarlas. Con su
índice derecho garabateó algo sobre las nubes. Las letras relucían. Se
multiplicaban. Se extendieron mágicamente hasta la montaña perforada. Fue
cuando comenzó a llover infantilmente. Era un diluvio de palabras imposibles.
La palabra más grande, la más poderosa de todas, se inscribió visiblemente
sobre el sol de alabastro. Sólo con izar la mirada todos podían verla. La
palabra tenía voz. Habló tan claro que todos permanecieron en silencio. Al
finalizar, un viento tenue limpió el cielo de nubes y se llevó las palabras.
Los ojos que lo miraban se cerraron
para que llegara la noche.
Al despertar, el niño había olvidado
aquel sueño. Sólo pudo recordar los ojos huecos de su padre. Encendidos de
nostalgia.
Navil Naime nacido en Cantaura,
Venezuela, es pediatra con posgrado en Neumología Infantil. Tiene a su haber diversos reconocimientos
literarios como el premio Bienal Nacional de Literatura "Julián Padrón
" 2016 por su libro "La Misma Sed " y el premio Bienal de
Literatura " Manuel Felipe Rugeles 2016 por su poemario
"Regresos", entre otros.
Poemas suyos aparecen en diversas revistas nacionales e internacionales.
¡Precioso! ¡Gracias por compartir!
ResponderEliminarPrecioso cuento, de una delicadeza vaporosa
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