En España no somos racistas. Si de un tío que trabaja desorbitadamente, decimos que
«trabaja como un negro»; de un avaro, decimos que es «un judío»; de un hombre
excesivamente celoso, decimos que es un «moro»; o de un individuo tonto,
decimos que «le han engañado como a un chino», es porque somos un pueblo
dicharachero y sin prejuicios.
Muy cierto y muy arraigado.
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