Desencuentros mortales - Miguel Ángel Pegarz

Lidia y Juan se prometieron amor eterno. No eran matrimonio, ni siquiera pareja, cada cual tenía la suya. Pero juraron ser amantes perpetuos. Siempre, siempre y por encima de todo, podrían citarse. Durante años no hubo problema alguno, e indistintamente se reclamaron para saciar sus deseos más instintivos. Ella sigue reclamándolo con frecuencia insaciable. Juan accede, fiel a su palabra, pero cada vez le cuesta más. Desde que ella murió le resulta extraño.


Tomado de la revista digital Nocturnario

Miguel Ángel Pegarz . Escritor frustrado persistente. Escribe en corto porque, de momento, no sabe hacerlo de otra manera. Responsable del blog “La Guarida del Coyote” (http://www.cybrghost.blogspot.com.es/). Varios de sus textos han aparecido en radio, en voz propia y ajena. Presente en la obra colectiva “Despojos del ReC”.
Ahora sus microrrelatos se publican en "La Guarida del Coyote redireccionado" http://miguelangelpegarz.blogspot.com/





8 comentarios:

  1. Hay llamadas imposibles de no oír. Sí.
    Muy hermoso, me gustó mucho.
    Abrazo

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  2. Qué bien, el correcto uso de las palabras, eterno, perpetuo. Relato trabajado

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  3. Muy honrado de estar aquí y muy honrado de vuestras palabras. No lo creerás Ximens, pero no tiene demasiado trabajo, salió bastante bien. Celebro que os guste tanto a ti como a Virginia (encantado).

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  4. Yo había dejado un comentario aquí que ni me dió pendiente de moderación ni ha salido. Este blogger....
    Bueno, pues repito.
    En primer lugar me siento muy honrado de estar aquí.
    Virgi, Ximens celebro que os guste. Y aunque no me creas Ximens salió bastante fácil, no tiene mucho trabajo de corrección.
    Gracias a Patricia por traerme aquí y Virgi, Ximens gracias por leer y aún más por comentar.

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  5. Jo, qué bueno. Me gusta mucho Miguel Ángel. Tienes unas joyitas por ahí que vaya vaya. Patricia tiene muy buen gusto.
    Besos

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    1. Muchas gracias. Hace algún tiempo tenía algo de talento y ganas de trabajar.
      Salud.

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  6. Muy bueno, Miguel Ángel. La frase final es genial.
    ¡Saludos!

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