Se sentó junto a la fogata con el Winchester
66 calado entre los brazos.
Pasaría la noche en vela. Si la bestia se atrevía a manifestarse, la llenaría
de agujeros. A medianoche, el frío le obligó a liberar una de sus manos del << Yellow
Boy >> para poner agua a hervir. Cuando su garganta acogía el
primer sorbo de café, los arbustos se agitaron. Antes de que la taza tocase al
suelo, disparó. Una mano emergió entre el sotobosque acompañada de una súplica.
Sin dejar de apuntar, le ordenó a la voz que se mostrase. Al ver a la chica,
bajó el rifle. Entre lágrimas, le contó que después de arrojarla su caballo
había huido. Hacía horas que deambulaba a merced de la bestia. El hombre no
supo cómo disculparse por lo acontecido, pero << Treinta
descuartizados en seis meses le meten miedo a cualquiera >>, dijo,
mientras dejaba el Winchester a
un lado para vendarle el brazo. << Treintiuno >>,
replicó la joven.
Tomado de la bitácora lamicrobiblioteca
Oriundo de la ciudad de Zárate,
provincia de Buenos Aires, este autor ha publicado sus textos en más de una
decena de antologías de Argentina, España y México. Virtualmente, reside en:
«El elefante funambulista».
Qué bueno es Gabriel!!
ResponderEliminarRecaspita y recorcholis, se me puso la piel de gallina. Muy bueno este minicuento de terror del Lejano- y ahora Cercano- Oeste. Cariños, Mariangeles Perdon por la falta de acentos, es que todavia no domino el teclado de la tablet.
ResponderEliminar¡Qué amable es Luisa! ;) Y también Mariángeles, por supuesto :)
ResponderEliminarGracias a ambas, y a Patricia por alojar mis letras en su espacio.
Saludos funambulescos