El niño prefería no mirar cuando el columpio del patio de casa comenzaba a balancearse solo. Por eso se escondía detrás de la tomatera y esperaba, como cada tarde, que dejara de moverse.
El otro niño también se tapaba los ojos cuando las ramas de aquella planta comenzaban a agitarse sin motivo aparente. Luego dejaba el columpio, salía corriendo hacia el interior de la casa y esperaba, como cada tarde, que dejara de moverse esa maldita tomatera.
Pablo Garcinuño García. Periodista y
escritor residente en Ávila (España). Responsable del blog de microrrelatos ‘En
mal estado’. Ha autopublicado en edición digital el libro ‘Canguingos y patas
de peces’, en el que se entremezclan cuentos y microcuentos (se puede descargar
gratuitamente desde el blog).
¡Qué ilusión ver este micro por aquí! Muchas gracias, Patricia
ResponderEliminarBrillante, me encantó.
ResponderEliminar¡Felicitaciones al autor!