No tenía brazos, no tenía
piernas; le habían arrancado los ojos y la lengua y vertido aceite hirviendo en
los oídos. El tirano, durante un festín, así lo había decretado. Pero el
corazón no cesó de latir, y un día que abrieron la mazmorra se lanzó escaleras
abajo, como un tonel en donde hubiesen depositado todos los sufrimientos del
mundo, como una rueda ensangrentada, como un tronco empujado por la tempestad,
y así, rodando, rodando, atravesó la ciudad, entró en el mercado, y
atropellando manzanas y ladrones, puestos de flores y mendigos, fue a detenerse
a los pies del pueblo. Su sola presencia hizo que se escuchase el rugido de mil
leones. Los ojos vieron, las piernas corrieron, las lenguas pronunciaron
maldiciones, los brazos se agitaron las manos agarraron puñales, y la multitud,
como una incontenible masa de fuego, asaltó el palacio y colocó en su trono a
la libertad.
Minificciones publicadas en la revista de Edmundo Valadés "El cuento" (no es sitio oficial de la revista)
Administra ALFONSO PEDRAZA
Alfredo Cardoña Peña, página Wikipedia, acá
Excelente! Muchas gracias, Piedra y nido!
ResponderEliminarImpecable
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